miércoles, 29 de enero de 2014

Pedro

Cuando Pedro subió al auditorio no esperó ninguna ovación, eran pocos quienes sabían su nombre y conocían su trabajo. La última vez que estuvo en uno fue el día de su graduación, su aparición duró menos de dos minutos y fue tan mecánico como los demás: Subió los 5 escalones, se dirigió a la mesa directiva tras el estrado del maestro de ceremonias, sonrió al rector cuando estrechó su mano, luego recogió su diploma de las manos del decano y esperó que cambiara la borla de sitio; en esencia la asimetría seguía siendo la misma pero para Pedro significa, que ante el mundo, ya era un Ingeniero en Multimedia. Tras la fila de directivos abrazó casi de inmediato al ingeniero Guerrero, el primero que lo escuchó y de una u otra forma confió en él: lo conoció el día de la entrevista y notó la atención con la que el profesor escuchaba sus palabras, Pedro sacó en cada respuesta todo el valor y raciocinio que el pánico no le quitó; tenía tanto o más miedo como sus acompañantes, de antelación sabía lo que podría pasar si fracasaba. Ahora, aunque más sabio e inteligente era él quien debía convencer y explicar a más de 200 personas lo que su investigación consistía. Este era el público más exigente con quien había tratado; la experiencia más cercana a tanto miedo fue el día que presentó su Tesis, aunque poco concurrida era susceptible a ser traicionado por los nervios, sin embargo nunca estuvo tan seguro en su vida de dominar un tema.

Era difícil de entender las enormes similitudes de tan diferentes escenarios, pero sabía que todo eso conduciría tarde o temprano a ese momento: Todo ese arduo recorrido de trasnocho, sacrificio, prioridades, experiencias, materias, trabajos, entregas y parciales, ensayo y error eran la suma de requerimientos para ser quien era como hombre y profesional, y estaba muy agradecido con la vida por ello. Con decisión y después de verificar su atuendo, Pedro subió la mirada al público, desvaneció rápido la sonrisa que le traía la remembranza y se presentó de nuevo, lleno de más seguridad sobre sí mismo.

Sin titubear y tomando aire, Pedro inició su presentación, la había ensayado casi a diario en el espejo mientras cepillaba sus dientes y acomodaba su pelo; explicó cada concepto, guió cada tema, interpretó cada gráfica e hizo uno que otro chiste para romper la tensión y hacer sentir bienvenido a su proyecto a todo quien quisiera. Quienes lo conocen saben que Pedro es así de singular: tiene un porte limpio, disciplinado y elegante como los militares con los que se encontró mil veces en los pasillos de la Universidad pero era sobre todo un ser humilde, cálido, comprensivo y buena gente, dispuesto a escuchar y conversar sobre casi cualquier cosa.

Y era de entenderse que explicara su proyecto con ese ritmo, a grandes rasgos su investigación consistía en la mejora en la experiencia básica de interacción hombre-máquina que también resultó efectivo ayudando a personas con problemas de recepción sensorial. Sonaba pretencioso, rimbombante y bastante complicado, pero él estaba seguro que esa era su manera de ejercer su profesión y ayudar al mundo. Mientras explicaba los resultados Pedro miraba en cortos intervalos las reacciones del público; nunca estuvo seguro si los extranjeros comprendían lo que estaba diciendo, intentó descifrar sin éxito la expresión facial de sus colegas y no pudo ver si las personas de la última fila de sillas estaban dormidas, y a pesar de todo continuó.

A Pedro siempre le resultó difícil expresar el porqué de su trabajo y cómo dio con el tema para iniciar a trabajar, era fue la primer pregunta que formuló una joven estudiante: "Bueno, inicié leyendo sobre interpretación, generación y procesamiento de imágenes por computador, luego un poco sobre complejidad y una cosa llevó a la otra…", fue lo que se limitó a contestar. El segundo turno fue para un hombre algo mayor que levantó la mano y preguntó en perfecto portugués su opinión sobre de su investigación desde el punto de vista psicológico, Pedro se adelantó al traductor que encendió su micrófono inalámbrico y esgrimió con algo de fluidez su respuesta acerca hablando del estudio cognitivo desarrollado por la Universidad de Granada en España.

Casi inmediatamente después un ingeniero preguntó sobre el campo de acción de su proyecto y el porqué decidió vincularse a un grupo interuniversitario en lugar de una empresa, a Pedro le dolió un poco reconocer que la industria no estaba tan interesada en su proyecto y que el sector de creación en multimedia lo veía con escepticismo y poca seriedad y solo como una innovación para vender consolas, también demostró su interés en permanecer vinculado a un nivel laboral más productivo y entró un poco en detalle sobre su trabajo como freelancer en un campo laboral totalmente distinto a su rol de investigador.

Luego una mujer con un acento marcado que no adivinó fácilmente pregunto por sus opciones de estudiar un posgrado fuera del país donde su proyecto fuera bien recibido, sin pensarlo mucho expuso sus opciones: España, Canadá y EE.UU. cuyas universidades habían iniciado un extenso trabajo investigativo interdisciplinar al respecto y habló de especializarse en el campo de la multimedia en Japón, un sueño que tenía pendiente consigo mismo, aunque su idea inicial del viaje se veía algo aplazada mientras superaba la barrera del idioma.

Sin embargo, mientras hablaba de sus planes vió entre el público una sonrisa conocida dibujada a medias, era su mamá, la mujer que lo apoyó desde el principio, incondicional a su naturaleza maternal y mucho más. Doña Alexandra lo ha acompañado constantemente, desde hacer la fila para comprar el formulario de inscripción hasta cuando Pedro le pidió se quedara en su casa nada más y nada menos que tres semanas mientras terminaba su trabajo de grado; incluso mucho antes que eso: cuando Pedro pudo interactuar con un computador por primera vez y vio en sus ojos una fascinación que entendió años después cuando con mucha paciencia el le explicó que quería estudiar y de qué iba a vivir, ante tan buenos argumentos a Doña Alexandra no le quedó de otra más que apoyarlo como siempre lo había hecho. Durante sus 5 años de carrera ella lo vió trasnochar y desvelarse por su sueño, lo vio esmerarse mucho para llegar a pulso a ser quien era, lo vio estresado, cansado, feliz y derrotado: simplemente estuvo allí, demostrando su amor con un tinto en la madrugada, una llamada entre clases y un delicioso almuerzo bien empacado en la maleta. El vaho de nostalgia era inevitable pero ella sabía que ese era su camino y sería feliz por él a pesar de la distancia y que, por sobre todas las cosas seguiría abriendo los brazos a su hogar y su familia tal como el día que Pedro se fue de la casa para independizarse.

Tras las 4 preguntas recibió un par de felicitaciones a las que solo contestó con gratitud y una sonrisa, al terminar la ronda de preguntas del público agradeció a los asistentes su presencia y su atención y dio pie para que el presentador anunciara al siguiente ponente del Congreso. Cuando caminaba para retirarse, bajó la cabeza para sonreír satisfecho por su trabajo mientras maniobraba para quitarse el pequeño micrófono instalado en la solapa de su saco escuchó de la nada escucho, al alejarse del escenario, el eco de un aplauso.

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